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ALEJANDRO OBREGÓN
O
EL DESAFUERO DE LA PINTURA
Documental (1985 aprox.)
Por Luis Alfredo Sánchez Crespo ( 1 )
Fotografia: MIC, de NTC. Nov. 2, 2016
Documento recuperado (2016)
Obregón
, Obregón, ¡coño, que buen nombre para un pintor! Así le dijo Picasso a Alejandro Obregón cuando fue
a visitarlo a su estudio en París en 1954. Este pintor colombiano al que me ligó una
cercana amistad es el personaje de un documental que hice para televisión por
allá en la década de los ochenta del siglo pasado a raíz de una retrospectiva
de su obra en el Museo Nacional. Lo titulé OBREGON O EL DESAFUERO DE LA PINTURA. Quizás
es el único testimonio audiovisual a color existente sobre Alejandro Obregón. El documental estuvo perdido y olvidado por
años , finalmente logré rescatarlo en
los archivos de la Fundación Patrimonio Fílmico en Bogotá. Me propuse
restaurarlo hasta donde el video lo permite ya que a diferencia del cine este
se deteriora, pierde color y calidad. Y lo logré en parte gracias a un joven
editor que vive en Cali, Simón Jaramillo, profesional sensible y apasionado de
su oficio de director y productor de video. En su estudio VINILO PRODUCCIONES
trabajamos por horas para recuperar estas imágenes ya desteñidas , rayadas y
deterioradas. El documental tendrá su primera exhibición pública en la Tertulia Médica de la Fundación Humanismo y Medicina, que dirige Adolfo Vera Delgado, el próximo viernes 2 de diciembre. Luego vendrán otras
exhibiciones en diferentes espacios y en la televisión.
Alejandro Obregón y Luis Alfredo Sánchez, Caracas 1978. Foto
de Felipe Ferre
Hacer
un video sobre Obregón tuvo el encanto de trabajar con un pintor y un ser descomunal por su personalidad, su actitud
desenfadada ante la vida, su amor al arte y a la amistad. Obregón seducía por
su conversación al calor del ron Tres Esquinas que bebía en cantidades
alarmantes. Hombre irreverente , bohemio, instintivo , visceral , irascible ,
detestaba oír teorizar sobre su pintura, la racionalización y las explicaciones
lo sacaban de quicio. Buscaba pleitos y prefería terminar una discusión a
trompadas, comentaba Juan B Fernandez el director del diario El Heraldo de
Barranquilla. Nunca le gustó hablar ante las cámaras o dar reportajes
televisivos y puedo decir que lo logré gracias a mi amistad con él. Creo que
aparte del mío solo hay una entrevista
que le dio en su casa en Cartagena a Gloria Valencia pero entonces la
televisión era en blanco y negro.
Se
ha escrito mucho sobre este pintor. Alvaro Mutis, su gran amigo,
decía que se parecía mucho a su personaje literario Maqroll el Gaviero
protagonista de la mayoría de sus novelas. En alguna de ellas Maqroll el errante
aventureo , se reúne con Obregón. Mutis escribió sobre su entrañable amigo
pintor, “El sueña con pintar un día la vida, no la diaria y necia rutina de los
hombres , sino la vida, la de verdad, la que solo encuentra respuesta en la
mudez rotunda de la muerte. Ese propósito no se le cumplirá nunca, pero jamás
alguien como él aceptaría una derrota semejante. Allí dejaría Obregón la piel,
pero no va a cejar”.
Muchos
de sus espontáneos ensayistas y críticos trataron de complicarlo, encasillarlo, intelectualizarlo, de sacarle pelos al gato. Se olvidaron que Obregón a secas fue el pintor colombiano
por excelencia. Un costeño que con altura y soltura mostró la alharaca, el
encanto, la magia, el calor y color del trópico.
Como
dice García Márquez “su pintura con horizontes de truenos, sale chorreando
minotauros de lidia, chivos arrechos, barracudas verracas “.
“Cuando lo conocí -cuenta García Márquez- no fueron esos ojos diáfanos de
corsario que hacían suspirar a las locas del mercado sino sus manos grandes y
bastas con las cuales le vimos tumbar a media docena de marineros suecos en una
pelea de burdel. Son manos de castellano viejo, tierno y bárbaro a la vez. Esas
manos son el instrumento perfecto de una vocación desaforada que no le ha
dejado un instante de paz. Obregón pinta desde antes de tener uso de razón, a
toda hora, sea lo que sea, con lo que tenga a la mano”.
Desde
1920, cuando nació Obregón además de pintor fue hijo de industrial español en
Barranquilla. Niño bien en colegio jesuita inglés, jugador de rugby, boxeador,
cazador de caimanes en el río Magdalena, aprendiz de aviador, revisor de
telares en la fábrica de su abuelo, camionero en el Catatumbo, manejaba
camiones de 20 toneladas en las petroleras, y al fin estudiante de arte. Una
vez huelguista y luego director de la Escuela de Bellas Artes en Bogotá.
Fue burócrata y diplomático de Colombia en
España. Fue torero y cocinero de apetitosos sancochos de sábalo en su casa,
oficial inglés en una película con Marlon Brando, y como en el corrido de Juan
Charrasqueado, borracho, mujeriego, pendenciero y jugador. Hizo parte del
famoso grupo de La Cueva en Barranquilla con José Felix Fuenmayor, Alvaro
Cepeda , Ramon Vinyes, García Marquez. El historiador de arte Alvaro Medina
habla del programa nunca escrito del grupo de Barranquilla. “Ese programa
consistió en la búsqueda y el encuentro de una identidad basada en la profunda
comprensión de nuestra realidad cotidiana, nuestra cultura popular y nuestra
historia. El equivalente plástico de estos empeños lo hallamos precisamente en
Alejandro Obregón”.
Dice
Marta Traba, la papisa del arte colombiano en la década de los cincuenta,
sesenta y setenta. “Dentro de la pintura colombiana, Obregón es el pintor
menos fácil de acusar de influencias, estrategias o disciplinas preconcebidas.
El placer personal que lo domina pintando irradia , inunda y fortalece sus
cuadros. Obregón además ha creado un pródigo y exuberante número de símbolos,
de cosas compuestas, de formas imaginarias que parecen proceder de una veloz
inteligencia natural del color que algunos consideran un color geográfico
identificable con los directos y bárbaros de la costa colombiana y el mar
Caribe. Obregón ha pintado por pintar, por el color en sí mismo, por el
disparate lírico de sus formas en si
mismas”.
Obregón
tuvo siempre gran animadversión por los críticos. En un documental que hice en
Caracas en 1979 para celebrar los 40 años del Museo de Bellas Artes, con
artistas plásticos, críticos y directores de museos de toda Iberoamérica se
despacha contra la crítica. Me sugirió llamar la película Viva el Color, y en
ella dice que la pintura es silente, no tiene palabras. No le gustaba hablar de
su obra. “Ahí está, ella habla por su sola. Dibujar es escribir, pintar es
decir. Se comienza con la realidad, se le añade un poco de lo otro y tres gotas
de enigma para producir una magia pictórica”. Conservo de aquella época en
Caracas un cóndor que me obsequió Obregón dedicado a mi, es una figura hecha en
tinta china, lo he conservado a través de mudanzas y trasteos, hoy cuelga en
la sala de mi casa en Cali. Recuerdo que estábamos alojados él y yo en el hotel
Anauco Hilton y una mañana se apareció en mi habitación con la pintura. Le
regaló otra a Sergio Cabrera que era el fotógrafo del documental que hacíamos.
Afirma Obregón : "La pintura sirve de trampolín
para otras cosas, de trampolín para la crítica. El Pintor empieza con un
análisis y lo vuelve síntesis. El crítico pasa de la síntesis y lo vuelve
análisis. El artista es como una tela, lo recibe todo, está participando en
todo. Me cuesta mucho trabajo pintar fuera de Colombia. Es el país que conozco,
me gusta, me siento como un combatiente aquí. El peligro del arte plástico es
volverse intelectual. Se vuelve una cosa elucubrada, no espontánea y no de
impulso. Goya fue un pintor de impulso”.
Como
lo digo en el documental al referirme a su pintura: Es la naturaleza pintada
por Obregón, legislada sin duda alguna por la cordillera, no cualquiera, la
de los Andes . Y por el mar, no cualquiera, el mar Caribe.
Fue
precisamente el mismo año en que nos encontramos en Caracas cuando rodé el
documental Viva el Color, cuando Obregón cometió un atentado contra una de sus
pinturas, la del almirante Blas de Lezo, el 31 de diciembre. Blas de Lezo era el comandante de la defensa de Cartagena
cuando fue atacada por el almirante inglés Vernon en 1737. Con cerca de 200
barcos y 2000 cañones, los ingleses sitiaron a Cartagena, casi toman la ciudad
pero el fuerte de San Felipe de Barajas permaneció en manos de los defensores.
Finalmente se retiraron considerándose esta batalla una de las más importantes
entre España e Inglaterra. Cartagena permaneció entonces en manos de los
españoles hasta su independencia. El almirante vencedor perdió en la batalla
una pierna y un brazo, antes había
perdido un ojo en otra batalla en Tolon.
Una
noche del 31 de diciembre de 1979 al calor del ron dos mujeres arman una disputa
en la casa de Obregón por el cuadro de Blas de Lezo. Ambas querían el cuadro
del tuerto. El pintor saca un revolver Smith & Wesson calibre 38 y dispara
tres veces sobre la pintura. Los tiros caen preciso sobre el único ojo del
guerrero. “Sentí que el cuadro se estaba volviendo más importante que yo. De
modo que resolví matarlo". Tiempo después, una noche de tragos entregó el cuadro
al amigo que jamás imaginó tenerlo. Se lo dio a García Márquez. Tuve oportunidad de verlo alguna vez que fui
a la casa de nuestro escritor en México. No se
ahora después de su muerte, donde l0 habrá colgado La Gaba Mercedes, su
esposa.
Al
final de su vida Obregón comenzó a perder la vista. No podía pintar. Decía que
entonces se iba a dedicar a la escultura. Tenía un tumor cerebral. Falleció en
Cartagena un sábado cuando hacía un calor sofocante. Era el 11 de Abril de 1992. Reposa en
Barranquilla en un mausoleo de la familia en el Cementerio Universal de la
ciudad.
Alejandro
Obregón con García Márquez, Alvaro Cepeda Zamudio, ...
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Obregón con Enrique Grau, Guillermo Wediman, Ramirez
Villamizar, Fernando Botero.
Foto de Hernán Diaz :
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VIDEO. Documental completo
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